Burgos. Historia, modernidad y buen ambiente


Tierras de frío llenas de encanto. Burgos, provincia de la que ya he hablado, continúa fascinándome por lo acogedor de sus rincones. En su capital, te puedes relajar mientras recorres su bonito paseo del Espolón, frondoso en verano y bosque petrificado en invierno ( los plátanos que lo bordean se dan la mano en el centro del paseo conformando un curioso pasillo).
Testigo mudo es la castañera de bronce, esa mujer anciana y encantadora que aparece en nuestra memoria y perfectamente reflejada en la estatuta que vigila el paseo. Al final del mismo esa otra estatua imponente por su leyenda, la del Cid. Pero entremedias podremos contemplar y admirar el Arco de Santa María, una de las doce puertas que tenía la ciudad en la Edad Media. Al poco de atravesarlas nos sorprenderá la visión de su siempre hermosa catedral. Y para recibirnos, otra broncínea figura: la del peregrino, que sentado en un banco parece reposar del cansado Camino. 



Tomando la calle Virgen de la Paloma y luego a la derecha llegamos a su espaciosa Plaza Mayor. Tuve ocasión hace un par de años de degustar los deliciosos pinchos por un módico precio en los puestecillos que allí se instalan. Pero esto sólo es en esa semana de la Feria de la Tapa allá hacia finales de junio. Mientras tanto podemos tomarlos en los establecimientos fijos que a lo largo de la calle de San Lorenzo jalonan sus muros (porque aceras no hay, la calle es peatonal, para disfrute de los que nos gusta caminar). Un estupendo lugar para hacer un alto: Casa Pancho en el nº 13-15. Buen ambiente, tapas y raciones.

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