Estambul. Entre Europa y Asia.



Todavía estoy asimilando los millones de estímulos que una ciudad como Estambul puede ofrecer. Olores, sabores y colores se entremezclan en el cerebro sin piedad ni descanso para sumergirte en un mundo diferente al de las ciudades occidentales. Si hay un lugar donde me he sentido segura y relajada ha sido en Estambul. El ruido es apabullante y apenas hay sitios convenientemente indicados para cruzar las calles. Sin embargo este caos organizado se te mete en el cerebro y ya no te deja pensar en otra cosa. Debajo de la apariencia hostil se esconde una gente amable y respetuosa con los visitantes, y ciertamente hay que reconocer que somos muchísimos. Las zonas turísticas se ven invadidas por miles de turistas de múltiples nacionalidades. Los vendedores turcos, hábiles donde los haya, te intentan hablar en tu idioma materno y sueltan las últimas frases de moda en tu país. Cuando yo he estado todos los tíos eran "Antonio Banderas". Resulta gracioso. No son tan pesados como en el norte de África, pero si pueden "te colocan lo que no está escrito".

Nada más llegar al aeropuerto tienes que pagar el visado (15 euros) sale más barato así y con mucha menos burocracia que si se solicita en la embajada. La mayoría de la gente tiene el traslado a la ciudad incluído en los paquetes de viaje o con el hotel, o cogen un taxi. Yo cogí el metro, que sale desde el mismo aeropuerto hasta Zeytinburnu y allí el tranvía que me dejaba delante del hotel y que va por todo el centro de la ciudad. Es moderno, rápido, barato y perfectamente seguro.
A mi me gusta palpar el ambiente diario de las ciudades y para eso nada mejor que utilizar el transporte público. El tranvía recorre la ciudad de punta a punta. Lo malo es que los 12 millones de habitantes deben pensar lo mismo que yo y lo utilizan a todas horas. Para viajar en él compré un akbil. Es lo más barato y rápido. Es una especie de botoncito con correa que puedes recargar con el dinero que quieras y que te va descontando los viajes según lo utilices. Así el viaje salía a unos 0.80 euros mientras que utilizando las moneditas llamadas "jeton" el viaje te salía por 1.40 euros. No lo tienen en todas las estaciones pero si sé que se puede encontrar en Sultanahmet nada más bajarse del tranvía y en Eminonü. Lo venden en una especie de casetas de obra de color blanco donde pone akbil.

En fin, pasearme por Sultanhamet de noche, mientras escuchaba la reñida competencia cantora entre dos muecines es algo inolvidable.
También lo son los cientos de puestos de comida, buena y barata, que hay por todas partes, sobre todo en el puerto. Nunca había visto asar pescado en ese inmenso traqueteo de las barcazas ancladas en la orilla. ¡Es espectacular! No sé cómo no se les escurren de las planchas.

He probado toda la comida que he podido y tengo que decir que las berenjenas están espectaculares y el döner kebab, esa carne enrrolladita en pan de pita se deja comer pero que muy bien. Eso si, hay que buscar uno donde la carne esté bien tostadita. Los enemigos del picante lo van a pasar un poco mal, porque allí pica hasta el aire que pasa entre los dientes. Por lo demás la comida es muy sabrosa y en muchos platos añaden yogur. Proporciona un toque muy fresco y apetitoso si hay que soportar 32ºC y un 70% de humedad.

En la plaza de Taksim, a la que puedes llegar en el funicular que se toma en Kabatas(estación donde acaba la línea de tranvia) arranca la Istiklal cadessi. Una calle llena de comercios de las marcas más actuales y conocidas. También están los vendedores de helados con su peculiar y divertida forma de servirlos, que te arrancan unas risas. Y a mitad de la calle está el Çiçek Pasaji. Un bonito callejón cubierto, lleno de restaurantes. Yo no comí aquí en ninguno pero parecían muy agradables y los precios aunque un poco caros en comparación con los puestos callejeros no lo eran tanto al cambio del euro. Más adelante nos encontramos con la Torre de Gálata. Subir hasta lo alto y desde allí contemplar la puesta de sol en el Cuerno de Oro y el Bósforo es algo inolvidable. Además es bastante descansado pués sólo se sube a pie el tramo final de la torre hasta el restaurante que hay en su cúpula, todo lo demás se hace en ascensor. Las vistas son magníficas. Los aficionados a la fotografía podrán tomar desde allí una bonita panorámica. Al pie de la torre y siguiendo calle abajo hacia el puerto hay un café en forma de hemiciclo que te transporta a otros tiempos. Sus gradas llenas de alfombras y cojines invitan a la charla, a degustar un té o fumarse con tranquilidad un "narguile" o pipa de agua.

Todo el mundo habla del Palacio Topkapi (Topkapi Sarayi) como una maravilla. A mi no es de lo que más me impresionó, pero claro eso va en gustos. Los tesoros palaciegos me dejan un poco indiferente, la verdad. En éste hay muchos objetos con esmeraldas y rubíes incrustrados, pero a mi me gusta más la arquitectura. Un palacio espectacular es el de Dolmabahçe sobre todo porque está a orillas del Bósforo. No se lo montaban mal lo sultanes pero tampoco Kemal Atatürk que lo ocupó después.

El café de Pierre Loti es uno de los sitios más románticos que he visitado. Hay una magnífica vista del Cuerno de Oro y tomarse un té al atardecer, bajo los árboles, en una de sus mesitas, es más que recomendable para enamorados... y para amantes de la vida. Yo fuí hasta allí en un barquito que va parando en las dos orillas y después el teleférico que pasa por encima del cementerio. Es realmente curioso, y es uno de los cementerios más arbolados y distintos que había visto nunca.

La Mezquita Azul(Sultanahmet Camii), muy bonita pero poco tranquila por los montones de turistas que la ocupan. Cualquier otra mezquita ofrece un ambiente de recogimiento y quietud mucho más impresionantes. Por ejemplo la de Eminonü, Yeni Camii. Está junto al puente Gálata y también es muy grande y con una rica decoración de azulejos.

No podemos olvidarnos de Santa Sofía (AyaSofia Camii). Impresionante por sus dimensiones. Me llamaron la atención los restos de mosaicos dorados de la época de esplendor de Constantinopla. Así se llamaba la ciudad en tiempos del Imperio Bizantino cuando era referencia para la cristiandad.

Y por supuesto las compras. Todo Estambul es un gran mercado. El Gran Bazar es muy curioso pues se trata de un entramado increíble de calles llenas de tiendas y a resguardo del sol o las inclemencias del tiempo, pues están todas cubiertas por techos abovedados.

A mí me gustó más, no obstante, el Mercado egipcio o de las especias, justo enfrente del Puente de Gálata y al lado de la mezquita de Eminonü. El aroma es indescriptible, así como su colorido y sonido. Además de especias, en las calles adyacentes se puede encontrar de todo: pájaros, peces, gallinas, plantas, ferreterias, telas, ropa, etc... Es muy animado. Si se puede, mejor visitarlo entre semana, los fines de semana como pasa en todas partes se pone hasta arriba de gente.

Bueno, y por último yo recomendaría hacer un crucerito por el Bósforo. Hay infinidad de ofertas. Yo opté por algo más oficial y barato. Me costó al cambio 10 euros y creo que para hacerse una idea está bastante bien. Es una línea regular del ayuntamiento que sale a las 10, las 12 y las 13.30 todos los dias del año. Parte desde Eminonü desde el muelle número 6 o "Bogaz Iskelesi".Es más fácil encontrarlo por el nombre, está junto al puente de Gálata. Durante el crucero te ofrecen todo tipo de avituallamiento: zumo de naranja (portakal suyu), yogur salado (ayran), bollería, etc... Se pueden contemplar las mansiones en el lado asiático con sus escaleritas desde el jardín para bajar al barco. También infinidad de bonitas terrazas donde tomarse algo antes de embarcar de vuelta.

Creo que es una ciudad para visitar en más de una ocasión y sin prisas. Merece la pena.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sabores del mundo: arroz con habas y eneldo (shevid baqalí polo)

Nuestro planeta nos habla. Debemos escuchar y actuar ya

Alfajores rellenos de dulce de leche